William Levitt, el maestro constructor de Levittown, me enseñó el verdadero significado de la palabra “momento”.
En los años 50, él era el rey. Ningún detalle era lo suficientemente pequeño para su atención. Incluso llegaba a recoger personalmente clavos torcidos y astillas de madera de obras para asegurarse que sus cuadrillas estaban usando todo el material necesario. En 1956 vendió su empresa a la ITT por 100 millones de dólares, lo que equivaldría hoy día a miles de millones. Después de esto empezó a cometer algunos errores fatales.
Se retiró. Se casó con la mujer equivocada. Se trasladó al sur de Francia y vivió en la Riviera con su nuevo barco y su nueva esposa.
Un día, ITT lo llamó. Los ejecutivos a cargo del grupo no tenían aptitudes para la construcción residencial. Habían comprado parcelas inmensas de suelo pero no sabían cómo y para qué urbanizarlas. Entonces se las volvieron a vender a Levitt, el cual pensó que había hecho un gran negocio.
Volvió de nuevo a los negocios, y cayó en bancarrota.
Vi a William Levitt en un cóctel de una fiesta celebrada en 1994, dos semanas antes de que muriera. Estaba de pie, apoyado en una esquina, y parecía derrotado. Yo no lo conocía mucho, pero me acerqué a él, esperando aprender algo de sabiduría del maestro. “Sr. Levitt”, le dije, “¿qué tal está?”.
“No muy bien, Donald, no muy bien”. Entonces dijo las palabras que nunca olvidaré. “Perdí mi momento. Estuve fuera del mundo durante veinte años, volví, y yo ya no era el mismo.”
No importa lo capaz que seas, no importa que pienses lo bien que conoces tu negocio, debes permanecer vigilante acerca de los detalles en tu campo. No puedes basarte en la experiencia ó inteligencia. Incluso los mejores cirujanos necesitan reciclarse regularmente, para estar al día en las últimas investigaciones y métodos.
No importa lo que estés haciendo, no asumas que lo llevas sin esfuerzo. El momento es algo que debes trabajar para seguir manteniéndolo.
Fragmento de «Como hacerse rico» de Donald Trump
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